El pasado marzo, durante una charla en la selecta Universidad de Stanford, el presidente ejecutivo y fundador de Nvidia deseó a los estudiantes “una gran dosis de sufrimiento” para alcanzar el éxito verdadero. La grandeza, explicó Jensen Huang, no viene de la inteligencia, sino del carácter, y es difícil edificar este último al margen de las dificultades. La resiliencia, abundó, “no se enseña”. Así que Huang, cuya compañía se ha hecho de oro con la inteligencia artificial, suele hablar de “dolor y sufrimiento” en su empresa “con regocijo”.
Quería comenzar este texto con las palabras de un hombre que cuando tenía 15 años trabajaba de lavaplatos y a los 30 decidió crear Nvidia, la firma que hoy cotiza a más de tres billones de dólares en Wall Street. Porque la historia económica se ha escrito a golpe de fracasos y de esfuerzos, porque realidad y progreso, todas sus glorias y miserias se abren paso entre incertidumbre.
Solo que la realidad viaja a más revoluciones de lo habitual con la inteligencia artificial, uno de los asuntos centrales a los que dedicamos nuestro especial 46 aniversario. No hace ni dos años (noviembre de 2022) desde que OpenAI lanzó el chatbot ChatGPT en San Francisco y hoy millones de personas lo usan para trabajar o empiezan a juguetear con ello explorando sus posibilidades. Como todo salto tecnológico de capacidad transformadora, el fenómeno abre fronteras, pero también entraña desafíos y provoca temores muy lógicos. Un informe reciente de la consultora Deloitte, Gen Z & Millennial Survey, revela que el miedo a perder el empleo por el desarrollo de la IA no es solo cosa de mayores, sino que afecta también a los nacidos a partir de 1995, nativos digitales, que piensan en optar por tipos de oficios menos vulnerables a esta nueva robotización.
El suministro de energía necesario para cubrir las necesidades de esta tecnología de nueva generación plantea otros interrogantes, otras paradojas. La Agencia Internacional de la Energía advierte, por ejemplo, de que los centros de datos, la inteligencia artificial y las criptomonedas duplicarán su consumo de electricidad en 2026. En España, el crecimiento de centros de datos está resultando explosivo, con una ristra de inversiones anunciadas por Amazon, ACS o Iberdrola, entre otros.
Para Europa, esta nueva tecnología significa retos particulares. La nueva industria está dominada por compañías estadounidenses principalmente, la producción europea de microchips (crítico para la IA) es mínima y la velocidad de crucero con la que avanza la tecnología en sí tampoco ha dejado mucho margen para consensuar una agenda global en torno a la regulación necesaria a un lado y a otro del Atlántico. La carrera tiene lugar, además, mientras las grandes economías del mundo abrazan un giro proteccionista en su política industrial, con fuertes incentivos a la producción doméstica tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea y, obviamente, en China.
En CincoDías hemos seguido todas estas tendencias de cerca a lo largo del año, con una mirada amplia y detallista. El número especial que tiene ante sus ojos supone una buena muestra. De la aportación que la inteligencia artificial puede suponer para retener población y actividad económica en la España rural –con una red de sensores que monitoriza los cultivos y lanza alertas a los productores– a los nuevos pasos en el sector financiero, mucho más ducho en estas herramientas, pero con crecientes desafíos en materia de seguridad y de relación con el cliente. El recorrido resulta enorme. No es un tópico ese viejo dicho del mundo de los negocios: donde algunos ven un problema, los visionarios ven una oportunidad.