Manuel, un empleado de base en el gobierno, tuvo un percance en el mercado de su colonia, se cayó. El resultado fueron molestias en cadera y hombro izquierdos. Acudió al médico de una farmacia en donde le recetaron ponerse hielo, reposar, tomar un medicamento y se le “sugirió” una radiografía. El dolor seguía y cuando intentó sacar cita en la clínica del ISSSTE, tenía que esperar semanas para la consulta. Así que mejor fue a un hospital privado en donde le explicaron que tenía fracturas y necesitaba un clavo en la clavícula y una placa con tornillos en la cadera. Lo primero que pensó fue que eso no se lo iban a atender en el Seguro Social; después, que con el seguro de gastos médicos que les quitaron a los servidores públicos, bien se podría cubrir la contingencia, pero eso ya no sucedería; al final decidió rematar su automóvil y convocar una colecta familiar. La costosa cirugía salió bien y rápido; sin embargo, no escapó de ir (como pudo) a la clínica del seguro para tramitar la incapacidad que, a su vez, tendría que presentar él mismo en su trabajo. También le dijeron que tendría que ir semanalmente a tramitarla y que le avisarían cuándo habría cita con un ortopedista para que lo evalúe, aunque en ese momento la clínica ni siquiera tenía ortopedista y le dijeron que en dos meses. De medicamentos ni hablar.
En una época con el dinamismo en soluciones tecnológicas que hoy se tiene, contar con expedientes clínicos electrónicos en el Sistema Nacional de Salud mexicano, al margen de la obligación constitucional que data de 2013, nos acercaría un poco al multicitado sistema de salud de Dinamarca. Aprovechando, por ejemplo, tecnología Blockchain para resguardar información inalterable, inviolable y cotejable, del historial clínico de cada paciente. Además, claro, de que sería útil para una atención médica de mejor calidad y más oportuna; mejores diagnósticos; interconectividad entre hospitales, laboratorios y demás dependencias involucradas, incluyendo el acceso de cada paciente a su información; se eliminarían trámites burocráticos lentos y costosos; se contaría con información valiosa para políticas públicas adecuadas y evitar recomendar lo que sirve para lo que sirve y lo que no sirve para lo que no sirve. Aunque claro, el expediente clínico electrónico sería un complemento innovador a otras condiciones previas que la tecnología no hará en salud, como la voluntad política, presupuesto sin corrupción, instalaciones adecuadas, médicos y medicamentos suficientes para evitar que gente como Manuel que ha dedicado su vida al servicio público pagando cuotas de seguridad social, tenga que soportar una urgencia o una enfermedad hasta que la atención médica llegue, o bien, deshacerse de su patrimonio para pagar un hospital particular en lugar de gozar de esos servicios de salud que tanto se han prometido.
Ricardo Corona