En marzo pasado, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, deslizó en una conferencia de prensa que su administración no admitía los resultados del tercer informe de la empresa Det Norske Veritas (DNV), encargada de los peritajes tras el derrumbe de una trabe de la línea 12 del Metro. Desde al menos aquella fecha, Sheinbaum sabía que ese dictamen de la empresa noruega la deja mal parada, pues incluye el factor del mantenimiento como una de las causas del derrumbe.
Eso significa, simple y llanamente, que su administración tiene cierta responsabilidad en los hechos que dejaron 26 muertos y cerca de una centena de heridos. Por ende, la interpretación de Sheinbaum al conocer los resultados de ese tercer peritaje fue que su aspiración a la candidatura presidencial morenista estaría en grave riesgo.
Sheinbaum aún navega con la bandera de ser la candidata preferida por el presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque los hechos muestran que esa candidatura, que hasta hace un año parecía segura, está cada vez más lejana. Ella y su equipo cercano han mostrado en distintas ocasiones su falta de habilidad política y su escaso y errático resorte para reaccionar ante eventos de crisis.
La empresa DNV le pone un nuevo reto a la administración capitalina, y nuevamente Sheinbaum luce su inhabilidad política al decidir ocultar un informe que ya se sabe atribuye como una de las causas de la tragedia del 3 de mayo de 2021 el insuficiente mantenimiento otorgado a la línea 12. Sheinbaum y su equipo aplaudieron a rabiar los dos primeros informes de DNV, que apuntaron hacia fallas estructurales, es decir, de construcción, con lo que la responsabilidad quedaba en el ámbito y alcance de Marcelo Ebrard, el más acérrimo rival de Sheinbaum en la búsqueda de la candidatura presidencial por Morena.
Indudablemente, que la empresa DNV señale ahora el insuficiente mantenimiento como una de las causas de la tragedia estaba fuera del presupuesto de Sheinbaum y le borró la sonrisa que le provocaron los dos primeros informes de la empresa noruega.
Pero la existencia misma del informe condena a Sheinbaum a alejarse de la candidatura, pues el riesgo de que salga a la luz en un momento cercano a la definición del candidato morenista, o incluso más cercano a la elección presidencial afectaría mayormente a Morena y su candidatura.
Ni en el equipo de Sheinbaum ni en Palacio Nacional consideran en este momento hacer público el tercer informe de DNV. Prefieren tragárselo hoy, aún con el riesgo de que les provoque un empacho inmediato y una parálisis intestinal cuando salga a la luz.
Analistas afines a Morena sugirieron a Sheinbaum dar a conocer el informe de inmediato y sudarlo de una vez. Así se le resta el efecto devastador que podría tener al salir a la luz en un momento más cercano a la elección presidencial. La jefa de Gobierno ha preferido mantenerlo en secreto y enfrentar legalmente a una empresa noruega con prestigio, que asegura haber cumplido con lo establecido en el contrato firmado con el Gobierno de la Ciudad de México. Si el gobierno capitalino pierde el pleito legal con DNV, Sheinbaum provocará un golpe de efecto doble a Morena y a quien resulte su candidato.
El tercer informe de DNV volteó la tortilla. Quien hoy sonríe es Ebrard, quien hasta ahora cargaba con toda la responsabilidad política del derrumbe del 3 de mayo del año pasado. En la Cancillería observan el error político de Sheinbaum y piden palomitas para presenciar el espectáculo de los siguientes meses.